jueves, 12 de septiembre de 2024

Recuerdos. Las Fiestas de mi pueblo

 

Aunque me salga la vena de señor mayor gruñón, cuando leo lo que cobra algún artista por actuar en Ciempozuelos, y veo las condiciones en que están las calles, los contenedores de basura, la falta de papeleras y los problemas de seguridad e incivismo, que tenemos todo el año, tengo que decir que me gustan las fiestas de mi pueblo.



No os voy a contar por enésima vez que el viernes de las fiestas conocí a Paloma, y que por eso también resultan especiales para mí, caigan a la altura que caigan en el mes de Septiembre, treinta y seis añazos juntos, si no me equivoco.

Cuando ya llevas más de la mitad del cuentaquilómetros en las piernas, vas recordando cosas con nostalgia y cariño. Son momentos, pero sobre todo son personas.

De los primeros recuerdos de las fiestas que tengo, fue una espada de plástico que me compraron mi tío Mariano y mi tía Mari, y haber entrado dando espadazos en la tahona de pan de mi abuelo, y sacudirle al pozo del patio que comunicaba con la casa de “Corchete”.

Recuerdo vagamente algún encierro en la plaza, subido en unas gradas que ahora mismo no pasarían ninguna revisión de seguridad, incluso creo recordar que cuando pusieron la plaza de toros en lo que hoy es el colegio del patatero se cayó una parte.

No recuerdo ofrendas de flores a la Virgen del Consuelo, pero sí que recuerdo a mi abuelo Mariano que cortaba siempre las primeras Calas y las llevábamos a la Virgen.

Recuerdo que siempre nos compraban un “ato de ropa” para las fiestas y la procesión. Era como una tradición que se hacía en muchas casas, a lo mejor era lo único que estrenabas, porque lo normal era heredar la ropa de primos o hermanos.


Recuerdo que la pólvora era en la plaza, con unos discos que daban vueltas y que siempre al final se desplegaba un cuadro de la Virgen envuelto en chispas. Y verlo desde la ventana de la planta de arriba de la Tortuga que estaba donde hoy está el ayuntamiento.

Recuerdo las primeras salidas de críos, con mis amigos, los Coches de Choque, la Ola de Villasevil, los puestos de cocos o de churros, las tómbolas con las chochonas y los perritos piloto o los puestos de tiro con escopetas de perdigones.

Recuerdo el primer año de los toros de fuego a la gente en los tendidos pensando que era un espectáculo y los vestidos quemados. En comparación de lo de ahora, aquello no eran rastreros, eran barrenos de minería. Y cómo alguno quiso “matar” al “Bena”, padre de la tradición. Recuerdo a mi padre y a Damián que siempre se ponían en la Torre del Ayuntamiento y que no era raro el año que no se llevaban algún chispazo.


Recuerdo que el jueves de las fiestas cayó un rayo en mi casa y yo no me enteré hasta que no subimos de dar una vuelta. Y, como nos refugiamos de la lluvia en la casa de la madre de Maruja, la mujer de Marcial, porque antes cuando había tormenta la gente abría las puertas para cobijar a la gente que iba por la calle.

Recuerdo esa relación con la pólvora que teníamos el grupo de amigos, la cantidad de petardos que habremos comprado, y como se nos curó de golpe cuando a Germán le explotó uno en la mano.

Recuerdo a mi padre y a Diego, que casi siempre coincidía su cumpleaños con las fiestas y la cuadrilla de amigos en el Bar del Tío Puntilla tomándose unos vinos o unos cortos para celebrarlo.

Recuerdo los primeros años de moceo, siempre venían Raúl y Pedro de Madrid a pasar las fiestas, bajábamos a buscarles a casa de sus abuelos, a Pepito, a Teresa y a Paloma. Recuerdo el año en que nos quedamos solos Pedro y yo porque se habían ido a la mili los demás y fue cuando conoció a Estrella.

Recuerdo que nos daban igual los grupos que vinieran porque siempre terminábamos en el “tachún-tachún” de la plaza como decía Enrique. Y aquel año glorioso que vinieron unos amigos de Madrid y trajeron un Suflé que tuvimos la feliz idea de comernos con las manos en medio de la plaza y la carrera posterior a la fuente a lavarnos, locuras de juventud.

Las noches en Carpenter, Conde, Alfin, la Casa Bonita o La Calle, cuando ya se había terminado lo de la plaza, para luego subir a la plaza de toros y, de camino, pillarnos unos bocatas en la panadería de “los veranos”.


También recuerdo, cuando comprábamos la bebida, no penséis que el botellón se ha inventado ahora. No la llevábamos en un cubo de basura ni teníamos furgonetas ni coches, íbamos cargados con ella el primer día, al día siguiente pasábamos y comprábamos los minis en los bares por no ir con las bolsas, que a veces lo hacíamos para evitar el garrafón, que era una costumbre infame en aquella época. También terminamos comprando minis porque aprendimos que resultaba peligroso dejar a algunos al cargo de las botellas, no porque se las bebieran, sino porque luego había que cuidarlos.

Son muchos recuerdos, que me hacen amar las fiestas de mi pueblo, que en otros aspectos me produce un hastío terrible. Lo más importante, en lo que al final se convierten es en punto de encuentro con los amigos o conocidos, con los que a lo mejor no vas a verte en todo un año, con gente que vuelve estos días a ver a la familia. Dicen que tenemos las mejores fiestas de la zona sur de Madrid. Yo creo que es porque aun lo vivimos en la calle, aún hay pocas voces discordantes que piensan que son una molestia y seguimos viviendo todo alrededor de la plaza, en el corazón de nuestro pueblo, pero son los menos, algún mangurrino (jajajajaja, perdonadme los que os sintáis ofendidos, pero en mi pueblo se dice así), seguro.



Vamos a ser felices aunque los años nos hagan vivir todo con añoranza.

Felices Fiestas!!!

lunes, 9 de septiembre de 2024

Llegó Septiembre

 

Ando pelín perdido, que sería la forma adornada de decir que he regresado de vacaciones sin ánimos, ni ganas de hacer nada, incluido esto de escribir que es lo que más me gusta, lo cual ya me empieza a ser preocupante. Cómo dicen aquí en mi pueblo, estoy un poco que “me la pela” todo.



No sé si es pensar en la rutina, en la gente, en el otoño que viene, pero me da mucha pereza todo. Luego pienso que es lo mismo por lo que pasa el 90% de la humanidad cuando vuelve de vacaciones y, no me consuela, pero me hace sentir uno más del rebaño, lo cual es raro para una oveja negra como yo..



Si comienzo por relatar mis vacaciones, que se me han hecho muy cortas. Os diría que ha sido un poco lo de siempre, primero la etapa de “aviador”. Todo el mundo creo que ya sabéis que hemos aumentado la familia con Sol y, los cachorros, además de ser muy monos y muy tiernos, se hacen pis en las alfombras y desbarajustan un poco todo. Así que, entre salir cada dos horas para acostumbrar a hacer las cositas fuera y limpiar, los primeros días se fueron casi sin darme cuenta. Lo de hacer de “aviador” proviene de eso que nuestras madres y abuelas llamaban “aviar” la casa.


Los días de playa fueron como siempre. Elegimos cambiar por unos días la zona de alojamiento en Benidorm y fue un poco como conocer un sitio nuevo. La idea era disfrutar de la Cala del Tio Ximo, de la Cala Almadraba y de la Sierra Gelada, pero fue como me ocurre siempre, un poco cambiar el paso y que lo que programas salga de una manera diferente. Un poco eso de pongamos un poco de caos en la vida programada y ajustada de un tipo que le gusta tener controlado todo. Y ha salido bien, jajajajaj.


Los que me conocéis sabéis que, desde tiempos inmemoriales, siempre que mi cuerpo huele a playa, ocurren acontecimientos que cambian lo programado. El año anterior llegamos y por una avería en el apartamento donde íbamos nos pusieron uno de esos que harían echarse las manos a la cabeza a los de Cuentame, hace dos años me quedé hora y media encerrado en el ascensor de casa con las maletas y, así podría ir relatando cositas que al final se quedan en anécdotas graciosas.

Este año nos tocó la tía. Os cuento: Tiene Paloma una tía soltera que vive en Madrid, que tiene 87 añitos. Por ella descubrimos nosotros Benidorm hace muchos años, sus rincones y sus alrededores, que te hacen cambiar esa concepción que tiene la gente en general de Benidorm de sitio supermasificado, a un entorno agradable y donde se come bastante bien. La mayoría de los años coincidimos algún día de las vacaciones con ella allí, comemos cuando toca y paseamos, o nos comemos un helado. Ella normalmente va a su aire, con sus amigas y sus salidas a bailar por la noche al Don Pancho. Este año, tuvo la mala fortuna de caerse y fisurarse el peroné, antes de que llegáramos, con lo que eso conlleva. Así que, nos ha tocado estar pendientes de atenderla, cambiarla del apartamento en que estaba a un hotel para que no tuviera que preocuparse de las comidas y esas cosas. Además de traérnosla para Madrid, porque no la íbamos a mandar en un taxi. Pues eso, una anécdota más para contar.



Las peques se han portado de cine, incluida Sol, que como digo muchas veces es una sinvergüenza que nos ha conquistado a todos con esos ojitos tiernos de bebé. Zyra fenomenal también, un poco arrastrada por Sol y ese torbellino de curiosidad que es ahora.


Por lo demás, estuvimos más por la zona de los “güiris”. Vino unos días Ferpi con Belén. Unos días que ayudan a irnos conociendo más, como otra parte más de la familia. Y entre eso y la Tita y su patita, se nos acabaron los días sin darnos cuenta. Creo que voy a ver si para el año próximo genero dos periodos vacacionales de seis meses cada uno, para ver si no me pasa.



Y ahora las fiestas del pueblo, con lo que conlleva, en cuanto a nuestro aniversario el viernes. Pero lo cierto es que este año tengo tan pocas ganas de fiestas que probablemente nos larguemos. Hemos llegado ya a esa época que ya vivieron mis padres, en que no conozco a nadie de los que vienen a cantar. La vida es así. Ya sé que a los jóvenes les gusta más que venga el Dj “pepito” y llenarlo todo de música horrible, pero a los que vivimos los 80´s, lo de ahora, nos parece una porquería. Vamos, lo que dijeron mis padres cuando vinieron “Kortatu o la Polla Records”, a Ciempozuelos. Nos vamos haciendo mayores, que es de lo que se trata, pero ha sido tan rápido.


Ya he visto que por lo demás las fiestas empiezan como todos los años, los chicos quejándose de las furgonetas, los programas no llegan, las luces, los cacharros de montar, los toros, más gente quejándose de más cosas, lo que es Ciempozuelos y su idiosincrasia, quejarnos mucho, dar muchas voces, que si seguridad, limpieza, basura o jardines, están mal, pero cuando llega el momento de cambiarlo… Así que, a disfrutar de las fiestas, que eso sí que da votos, y, lo demás, pues ya se arreglará, ¿o no?

En estos días he llegado a la conclusión de que las fiestas son como lo de las piñas del mercadona, que nos hace distraernos y echarnos unas risas durante unos días, olvidándonos de la rutina habitual que no es buena. Que los entendidos dicen que es una idiotez y nos engañan, pues igual sí, pero a veces la risa y el divertimento en un mundo cada vez más oscuro, también tiene su valor.


Pues nada, que cuando tenga ganas ya escribiré un rato.

Sed felices

HABEMUS PAPAM, ¿Y?

  Ayer, con la parafernalia acostumbrada, con esa conjugación de ritos ancestrales “intra muros”, y modernidad en los fieles o curiosos qu...