Ayer, con la parafernalia acostumbrada, con esa conjugación
de ritos ancestrales “intra muros”, y modernidad en los fieles o curiosos que
teléfono móvil en mano en una Plaza de San Pedro abarrotada, intentaban captar
ese momento histórico que es el nombramiento de un Papa.
Las primeras noticias, las de ese “comité de expertos” en que se han convertido las redes sociales, desgranaban su origen. Leí, porque opinar es gratis, desde el extremo de ser amigo de Trump, a que si era otro comunista. Es lo que hay, he llegado a pensar que si, a veces, pusiéramos a un mono detrás de un móvil o un ordenador, escribiría cosas más meditadas.
Los Papas, como cualquier mandatario, no se pueden juzgar a priori, hay que hacerlo por su legado. Creo que está escrito en la Biblia eso de “Por sus obras les conoceréis”. Francisco ha dejado un legado muy interesante, ha ventilado la casa, ha abierto puertas, ha tendido puentes y ha acercado la cabeza de la iglesia a la humanidad, compartiendo con personas marginadas por la sociedad y por la misma iglesia.
Ha tenido mucho mérito, acercarse al espíritu de las escrituras desde una institución que más que una iglesia, en ciertos momentos, era una sociedad mercantil, pero está claro que a todos esos pequeños pasos de Francisco deben seguirle muchas cosas más. Se me ocurre, por ejemplo, el papel de la mujer o la firme persecución de los casos de pederastia.
Ahora nos toca ver qué ocurre con Robert Prevost, cuál va a
ser su influencia en el mundo no lo sabemos, eso se irá viendo. Desde los ojos
de un agnóstico, de esos que lo pueden mirar todo desde la atalaya de estar
fuera de la fe y, probablemente, con una perspectiva mucho más clara que
aquellos que se denominan “cristianos”, probablemente, el juicio será mucho más
imparcial.
Es importante lo que pueda inerciar un Papa dentro del Cristianismo y si ese movimiento en la cabeza tiene repercusión en el resto de los fieles. Aunque, lo más probable es que quizá, ese cristiano de recogimiento y obras, es el que ha visto como el Legado que ha dejado Francisco se ha acercado más a su fe, al cristianismo más puro y a su vivencia personal. No eran unas directrices que venían de arriba, probablemente era lo que hacía tiempo venía esperando de “su” Iglesia.
Todo esto me lleva a cuestionar en voz alta: ¿Los cambios en
la Iglesia, obrados por cualquier Papa, o en este caso por Francisco, han
servido de algo para los millones de cristianos que hay en el mundo?
Me plantea más dudas que certidumbres, pues viendo el "cristianos de postureo" en estos días, con personas que se identifican como cristianas y pueden participar en prácticas religiosas, o hablar de su fe, pero cuyas acciones o motivaciones las percibimos como insinceras, superficiales o principalmente orientadas a la apariencia social, el beneficio personal o el cumplimiento de expectativas externas, más que a una fe genuina y vivida en profundidad.
Es muy
cuestionable si una persona realmente vive según los principios y valores que
profesa o que motivaciones tiene. No es raro encontrar personas a quienes no
mueve la devoción o la creencia genuina, sino el deseo de encajar socialmente,
obtener respeto, mantener una imagen pública, o incluso buscar algún tipo de
ventaja.
El ideal cristiano, implica una transformación interna que se refleja en acciones coherentes con la fe, la humildad y el amor al prójimo. la autenticidad y la sinceridad de la fe manifestada públicamente
He visto muchos agnósticos más cercanos a las enseñanzas
del Papa Francisco que personas que “presumen” de su cristianismo.
Para bien o para mal, el mundo no lo va a cambiar un Papa, lo
debemos cambiar todos y cada uno de nosotros, y para eso, no es necesario que
el nuevo Papa sea amigo de Trump o comunista, los cambios deben producirse en
cada persona y de eso estamos muy lejos.
Por eso HABEMUS PAPAM, ¿Y?
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