viernes, 6 de octubre de 2023

06.11.91 (32 años no es nada)

 


-          -         ¡Vaya horitas que traes!

 -          Vengo de tomar algo.

  -          Te acuerdas que mañana te casas.

 -          Pues en parte de eso vengo, hemos ido a ver a Miguel Ángel, por si mañana por ser domingo y ser en la misa normal, había algo distinto.

 -          Es que solo se os ocurre a vosotros casaros en misa de 12, a la que va todo el mundo, bien que os van a ver (Y criticar).

 -          Pues de eso se trata, de pasarlo bien el día de nuestra boda.

 -          ¿Y qué os ha dicho el cura?

 -          De la boda hemos hablado poco, nos hemos ido a tomar un cubata con él.

 -          ¡Madre mía! Yo estuve en mi casa encerrada el día antes de casarme y mira los años que llevamos.

 -          Pues nosotros, no sé lo que duraremos, pero vamos a hacerlo divertido. Me voy a dormir, que mañana hay que madrugar y estar guapo. Hasta mañana Mamá.

 -          Hasta mañana, ven que te doy un beso, que es la última noche que duermes en tu casa.

La noche fue plácida, dormí bien. A las ocho de la mañana ya había movimiento en la casa. ¡Qué pesados! Ni que me casara a las doce.

Ahora creo que las cosas son distintas, en mi casa aquel día reinaba el caos. Vestidos y trajes colgados de las lámparas, ponte los zapatos para ver si te hacen daño, dúchate…

Así que a las diez me fui a dar una vuelta y a comprar el pan. Hacía una mañana preciosa de otoño, ni frío ni calor. Se soportará el traje, pensé.

Volví a casa. Directo a la cocina. Me hice un bocadillo de salchichón, que dicen que luego te pones nervioso y no te entra la comida. Lavado de dientes y a vestirme. Mi padre no encontraba los zapatos y no sabía dónde estaba el cinturón nuevo. Empezó a aparecer gente, me tuve que lavar la cara de nuevo porque la crema hidratante y el maquillaje empezaba a hacer capa en la cara y a hacer brillar la barba.

Son las doce menos cuarto alguien chilló. Y nos fuimos para la iglesia. No os olvidéis de llamar a casa de la novia y decir que estamos saliendo ya, para coordinarnos, añadió alguien.

Y salimos para la iglesia, como una comitiva de bodas que se precie, saludando a todo el mundo y sonriendo.

Por otro lado, Paloma hizo lo mismo, bajaba de su casa andando, no quiso que la bajara un coche, total el vestido de novia había que lucirlo, que para eso era. A mitad de camino alguien gritó: ¿Esto blanco se le ha caído a alguien? Era la “liga” de la novia que la había perdido por el camino, así que en una escena digna de película de Berlanga se remangó el vestido y la volvió a poner en su sitio.

La esperé tranquilo en el altar, estaba preciosa, y aquello comenzaba…

Así empezó esta historia que llevamos escribiendo los últimos 32 años. En algún momento os contaré algunos momentos memorables de ese día, como cuando una de las invitadas perdió una pierna en el coche y cosas parecidas, pero será otro día.

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